jueves, 21 de julio de 2016

Ni perdón, ni olvido.

 De José Gil Olmos.
Cuando un presidente pide perdón es para despedirse, no es para disculparse de una falta ética o de conducta, sino porque cometió un error tan grave que no puede seguir manteniéndose en su puesto.

De ahí que en realidad al pedir perdón, Enrique Peña Nieto no fue sincero, pues esta declaración sólo es para aparentar arrepentimiento y forma parte de una estrategia de reparación de daños del PRI rumbo a las elecciones de los próximos dos años.

El presidente Enrique Peña Nieto en realidad no ofreció perdón arrepentido por la equivocación de comprar una casa para su esposa Angélica Rivera que era propiedad del constructor preferido de su gobierno, Armando Hinojosa, al que ha enriquecido con las concesiones de obras públicas.

No, lo que hizo fue iniciar una campaña de recuperación de su propia imagen y para su partido que en las elecciones pasadas recibieron los efectos de la animadversión social en las urnas por los casos de corrupción en su gobierno.


Porque el caso de la llamada “Casa Blanca” no ha sido el único que refleja el tráfico de influencias y la corrupción en su gobierno. Ahí está también su casa en el club de golf de Ixtapan de la Sal; la casa de campo de Luis Videgaray en un resort de golf en Malinalco, Estado de México, también propiedad de Armando Hinojosa ; lo mismo que la casa del secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, en la zona residencial de Bosques de las Lomas.

Y más atrás, el saqueo de su mentor Arturo Montiel a las arcas del gobierno del Estado de México que Peña Nieto solapó cuando fue gobernador de esta entidad.

Enrique Peña Nieto no está siendo honesto ni sincero en esta disculpa pública que ofreció al encabezar la promulgación de las leyes anticorrupción. Si en realidad lo fuera, este perdón lo habría emitido hace más de un año cuando estalló el escándalo de la “Casa Blanca” y habría presentado de inmediato su renuncia. Pero no fue así.

Hoy que su imagen es la más alicaída de los últimos tres presidentes, que el PRI pierde elecciones como nunca y que se aproxima la elección presidencial, Peña Nieto ha iniciado una campaña de recuperación de la confianza social y una restructuración de la imagen del gobierno y su partido.

El presidente sabe bien que hoy la sociedad mexicana no está en la condición de perdonar y olvidar, que ya no cree en los discursos fáciles ni en las promesas. La sociedad mexicana ha sido muy lastimada en las últimas décadas por la clase política de todos los colores la cual se ha ido alejando de las necesidades populares para enriquecerse.

Por eso este perdón por una equivocación que le ha costado mucho es falsa de entrada pues las palabras no están acompañadas de hechos, sino que forma parte de un plan de recuperación política dentro del cual no se descarta que vayan a enjuiciar a algunos gobernadores como César Duarte en Chihuahua, Javier Duarte en Veracruz o Roberto Borge en Quintana Roo.

En política nada es casual, sino causal. Por eso la renuncia de Virgilio Andrade de la Secretaría de la Función Pública es parte de esta estrategia de reparación de daños y de protección a los cómplices de solapamiento, pues este funcionario fue quien bloqueó la investigación de la “Casa Blanca” y fue quien dictaminó que no hubo nada irregular ni ilegal.

Muy probable es que en esta estrategia política electoral del gobierno peñista veamos acciones al parecer inusitadas como acuerdos con la SNTE-CNTE, el enjuiciamiento a funcionarios de media legua relacionados con casos como Ayotzinapa, Tlatlaya, Apatzingán y Tanhuato.

Pero nada de esto será un acto de justicia, sino parte de una estrategia de Peña Nieto para que su partido sea el ganador en el 2018.

A eso huele este perdón presidencial. A pura apariencia y ficción política.
 
Fuente:  http://www.proceso.com.mx/447947/ni-perdon-ni-olvido