De: Marta Lamas.
La Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) de la OEA visitó México para escuchar las denuncias y testimonios de propia voz de las personas violentadas. Hace mucho que la CIDH no había viajado a México en una misión oficial, y la expectativa que despertó su llegada es símbolo de la creciente preocupación en nuestro país por las constantes violaciones de todo tipo a los derechos humanos. El lunes 28 de septiembre se efectuó la sesión sobre “Situación de Periodistas y Defensores y Defensoras de Derechos Humanos, y el Mecanismo Nacional de Protección”. Asistió la comisionada Tracy Robinson, una destacada abogada jamaiquina que preside la Comisión desde enero de 2012, y Edison Lanza, el relator especial para la Libertad de Expresión, un periodista y abogado uruguayo, experto en temas de libertad de expresión y derecho a la información.
Programada para realizarse entre las 15 y las 16:15 hrs en una sala del Hotel Fiesta Americana, la afluencia de personas y organizaciones que asistieron para hacer oír sus denuncias fue tal que se tuvo que reducir la participación a intervenciones de tres minutos. Las denuncias giraron sobre los temas de siempre: la impunidad, el despojo, el hostigamiento y las agresiones, muchas mortales, a los defensores y a los periodistas –todo ello en un contexto de simulación por parte de muchas autoridades gubernamentales. Y como “El Estado hace como que cumple, pero no cumple”, la reiterada solicitud a la CIDH fue no solamente la de que intervenga para que se establezcan protocolos más claros de protección, sino para que se logre una mayor supervisión de las acciones de gobierno, y en especial, para que compruebe que éste hace lo que dice hacer.
Entre quienes se habían inscrito para hablar estaba Grisel Rodríguez, una de las hijas de Nestora Salgado, quien, junto con la Clínica Internacional de Derechos Humanos de la Universidad de Seattle, me invitaron a estar en la sesión y decir unas palabras. Grisel hizo una muy emotiva intervención sobre el dolor que le ha causado la injusta detención de su madre, y sobre la forma en que esto ha afectado a toda su familia. Mi intervención se centró en señalar que aunque desde septiembre del año pasado Nestora está incluida dentro del Mecanismo de Protección a Defensores de Derechos Humanos y Periodistas del gobierno, esto no ha hecho una diferencia en su injusta privación de la libertad. A los absurdos cargos que se le imputan (tiene seis procesos penales abiertos por secuestro, robo y homicidio) y a la grave ausencia de debido proceso, se suma el hecho de que ninguno de quienes la acusan se ha presentado a testificar y el de que luego de dos años en prisión sigue sin sentencia. Al oír esto, la comisionada Robinson dudó de lo que estaba escuchando y pidió que se lo repitiera. Lo hice, señalando que Nestora ya ha pasado dos años presa y sigue sin que se le dicte sentencia. A pesar de que el gobierno federal ya levantó los cargos, la Fiscalía de Guerrero los sostiene, y me parece que tal actitud del fiscal Miguel Ángel Godínez proviene de que está amenazado o de que está comprado.
No tuve tiempo de decir que también creo que en lo que le ocurrió a Nestora hay una buena carga de machismo. Nestora, a quien le dolía la exclusión y pobreza de las comunidades indígenas y le preocupaba la situación de subordinación de las mujeres, asumió el compromiso de ser una comandante de la Policía Comunitaria de Olinalá para abordar esas cuestiones. Cobrar conciencia de la situación en que se encontraba su comunidad produjo una significativa transformación en su praxis, con efectos, tanto positivos como negativos, entre sus paisanos. En el ominoso proceso de descomposición en que se halla inmerso Guerrero, la actitud de Nestora de enfrentarse a la delincuencia organizada y a los políticos corruptos causó asombro y orgullo entre muchas personas, pero también enfureció a los varones que vieron afectados sus sucios negocios e ilegales prácticas. Pero además la valiente actitud de Nestora no sólo afectó oscuros intereses, sino que además puso en cuestión un elemento fundante del machismo: “los hombres mandan”. “¡Cómo que una mujer se atreve a detener a un síndico y a encarcelarlo en la Casa de Justicia! ¡Qué se cree esa pinche vieja! Hay que darle una lección de quién manda aquí”.
Cuando Nestora trató de detener el comercio de la droga e intentó hacer justicia, también puso en cuestión el poder de una virilidad machista. Así, los gobernantes corruptos y los voraces empresarios que se aprovechaban de las condiciones de vulnerabilidad de la gente no sólo se vieron amenazados en sus transas, sino también en su virilidad. ¡Demasiado para esos individuos! Había que frenarla a toda costa y así dar una lección para que ninguna otra mujer se ande saliendo del huacal. Y como ellos mismos andan en la ilegalidad, la manera de hacerlo fue igual: mintiendo, haciendo trampas, tergiversando hechos.
Nestora Salgado, una luchadora social que puso en evidencia el Estado fallido y la inseguridad que mantiene un gobierno local, representa una alternativa de justicia comunitaria indígena, una gestión policiaca comunitaria efectiva, y una nueva forma de asumirse mujer. Y esto a los machos los saca de sus casillas.
Programada para realizarse entre las 15 y las 16:15 hrs en una sala del Hotel Fiesta Americana, la afluencia de personas y organizaciones que asistieron para hacer oír sus denuncias fue tal que se tuvo que reducir la participación a intervenciones de tres minutos. Las denuncias giraron sobre los temas de siempre: la impunidad, el despojo, el hostigamiento y las agresiones, muchas mortales, a los defensores y a los periodistas –todo ello en un contexto de simulación por parte de muchas autoridades gubernamentales. Y como “El Estado hace como que cumple, pero no cumple”, la reiterada solicitud a la CIDH fue no solamente la de que intervenga para que se establezcan protocolos más claros de protección, sino para que se logre una mayor supervisión de las acciones de gobierno, y en especial, para que compruebe que éste hace lo que dice hacer.
Entre quienes se habían inscrito para hablar estaba Grisel Rodríguez, una de las hijas de Nestora Salgado, quien, junto con la Clínica Internacional de Derechos Humanos de la Universidad de Seattle, me invitaron a estar en la sesión y decir unas palabras. Grisel hizo una muy emotiva intervención sobre el dolor que le ha causado la injusta detención de su madre, y sobre la forma en que esto ha afectado a toda su familia. Mi intervención se centró en señalar que aunque desde septiembre del año pasado Nestora está incluida dentro del Mecanismo de Protección a Defensores de Derechos Humanos y Periodistas del gobierno, esto no ha hecho una diferencia en su injusta privación de la libertad. A los absurdos cargos que se le imputan (tiene seis procesos penales abiertos por secuestro, robo y homicidio) y a la grave ausencia de debido proceso, se suma el hecho de que ninguno de quienes la acusan se ha presentado a testificar y el de que luego de dos años en prisión sigue sin sentencia. Al oír esto, la comisionada Robinson dudó de lo que estaba escuchando y pidió que se lo repitiera. Lo hice, señalando que Nestora ya ha pasado dos años presa y sigue sin que se le dicte sentencia. A pesar de que el gobierno federal ya levantó los cargos, la Fiscalía de Guerrero los sostiene, y me parece que tal actitud del fiscal Miguel Ángel Godínez proviene de que está amenazado o de que está comprado.
No tuve tiempo de decir que también creo que en lo que le ocurrió a Nestora hay una buena carga de machismo. Nestora, a quien le dolía la exclusión y pobreza de las comunidades indígenas y le preocupaba la situación de subordinación de las mujeres, asumió el compromiso de ser una comandante de la Policía Comunitaria de Olinalá para abordar esas cuestiones. Cobrar conciencia de la situación en que se encontraba su comunidad produjo una significativa transformación en su praxis, con efectos, tanto positivos como negativos, entre sus paisanos. En el ominoso proceso de descomposición en que se halla inmerso Guerrero, la actitud de Nestora de enfrentarse a la delincuencia organizada y a los políticos corruptos causó asombro y orgullo entre muchas personas, pero también enfureció a los varones que vieron afectados sus sucios negocios e ilegales prácticas. Pero además la valiente actitud de Nestora no sólo afectó oscuros intereses, sino que además puso en cuestión un elemento fundante del machismo: “los hombres mandan”. “¡Cómo que una mujer se atreve a detener a un síndico y a encarcelarlo en la Casa de Justicia! ¡Qué se cree esa pinche vieja! Hay que darle una lección de quién manda aquí”.
Cuando Nestora trató de detener el comercio de la droga e intentó hacer justicia, también puso en cuestión el poder de una virilidad machista. Así, los gobernantes corruptos y los voraces empresarios que se aprovechaban de las condiciones de vulnerabilidad de la gente no sólo se vieron amenazados en sus transas, sino también en su virilidad. ¡Demasiado para esos individuos! Había que frenarla a toda costa y así dar una lección para que ninguna otra mujer se ande saliendo del huacal. Y como ellos mismos andan en la ilegalidad, la manera de hacerlo fue igual: mintiendo, haciendo trampas, tergiversando hechos.
Nestora Salgado, una luchadora social que puso en evidencia el Estado fallido y la inseguridad que mantiene un gobierno local, representa una alternativa de justicia comunitaria indígena, una gestión policiaca comunitaria efectiva, y una nueva forma de asumirse mujer. Y esto a los machos los saca de sus casillas.
Fuente: http://www.proceso.com.mx/?p=417779