miércoles, 12 de noviembre de 2014

Se busca presidente honesto.

De Martín Moreno.
Del presidente de México se mofan en la televisión estadounidense: “También, como Obama, Peña Nieto tiene una Casa Blanca”, dice la conductora de Univisión, hablando de un “nuevo escándalo” para la Presidencia mexicana. La Casa Blanca mexicana. La mansión. La casota de Las Lomas. La propiedad –según Los Pinos- pertenece a Angélica Rivera, alias “La Gaviota”, ex actriz de telenovelas de Televisa, esposa de Peña Nieto y Primera Dama de México. De acuerdo al valioso reportaje del Portal Aristegui Noticias, cuesta siete millones de dólares. ¿Acaso fue la casa transferida a La Gaviota en pago por los favores recibidos? Lo cierto es que la mansión Peña-Rivero allí está, a los ojos de todos, como símbolo de la riqueza política de un país cuya mitad de la población es pobre. Como emblema del agravio del abuso del poder político-económico en México. Como muestra irrefutable de que hay un conflicto de intereses entre el presidente de México, su familia y el Grupo Higa, propiedad de Juan Armando Hinojosa Cantú, empresario beneficiado con obras por miles de millones de pesos durante el gobierno de Peña en el Estado de México. Y con base en el reportaje del portal dirigido por la periodista Carmen Aristegui, traducimos que en esta trama no hay coincidencias: -Ingeniería Inmobiliaria del Centro (IIC), filial del Grupo Higa, registra a su nombre la mansión presidencial. -Hinojosa Cantú fue uno de los empresarios favorecidos por Peña Nieto en el Edomex. -La esposa del Presidente de México –según Los Pinos-, ha comprado una mansión de 7 millones de dólares. Por transparencia y ética -¡es nada menos que la esposa del presidente de la República!-, está obligada a revelar de dónde salió ese 30% de enganche que dio para adquirirla, alrededor de 25 millones de pesos. Aún más: si ya no trabaja como actriz, ¿de dónde va a pagar los otros 60 millones de pesos restantes? El asunto podrá ser legal. Tal vez. Sí, pero no ético ni moral. ¿Por qué las dudas y las sospechas de corrupción apabullan, exhiben y desprestigian a Enrique Peña Nieto? Por su bien ganada fama pública de poco transparente. Allí están sus nueve propiedades citadas en su declaración patrimonial, seis de ellas vía “donación” sin que, hasta hoy, se sepa quién se las regaló. ¿Quién o quiénes hicieron millonario al Presidente de México? Eso es algo que ignoramos. Peña Nieto es visto, ante los ojos de la mayoría de los mexicanos, como un Presidente millonario, enriquecido indudablemente, cuyo origen de su fortuna es oscuro y dudoso. Un presidente tan rico como inculto. Tan opulento como anti literario. Sí: tiene razón Alejandro Páez Varela en su columna en este portal: una mansión sin libreros. Y una casa sin libros es como un cuerpo sin alma. Y un cuerpo sin alma se corrompe, se extravía. Peña Nieto es, hoy por hoy y más allá de filias o fobias, un Presidente poco respetado en su país. Es visto con escepticismo y muchas dudas por la prensa extranjera, en cuyas portadas y portales se habla de un Presidente con mucho dinero. Y nada más. La mansión de la pareja presidencial abona al deterioro de un Presidente en picada, a unos días de que apenas cumpla su segundo año de gobierno. La pesadilla peñista aún tiene cuatro años por delante. Pesadilla, al menos, para la mayoría de los mexicanos. La Casa Blanca de Peña-Rivera simboliza su enriquecimiento agraviante, nebuloso, escandaloso, inmoral. Por su trayectoria política, por su formación como hijo predilecto de la corrompida y nociva escuela política mexiquense, por sus antecedentes como gobernador en el Edomex, Peña Nieto se mira como a un Presidente oscuro. Manipulador. Deshonesto. No, la honestidad política, moral y ética de Peña Nieto, nada más no se le dan. Son la antítesis de cómo se forja a los políticos mexiquenses: bajo los signos de la opacidad, de la demagogia, de la retórica, del encubrimiento, de la deshonestidad pública e intelectual, aptitudes reunidas, de sobra, por el maestro de Peña: el hoy futuro diputado federal Arturo Montiel, multimillonario también, secuestrador de sus propios hijos y con orden de aprehensión en el extranjero. ¡Vaya tipo! Así formaron a Peña Nieto. Así aprendió. Así gobierna. No nos llamemos sorprendidos. Una desgracia para México, justo cuando lo que más urge es un Presidente (a) honesto, con ética, eficaz, transparente. Tendremos que esperar cuatro años más para tener uno así en Los Pinos. Los conflictos políticos y de interés, son diversos y graves: El Presidente de México y su esposa viven en una mansión de 7 millones de dólares, apenas en el segundo año de gobierno. (Tener una propiedad de esa dimensión y costo y sin justificarlo plenamente, le costaría el cargo a Barack Obama o a Mariano Rajoy. Allá sí. Aquí no). Hay un evidente conflicto de interés: la mansión de la pareja presidencial está a nombre de una compañía cuyo propietario fue favorecido con varios miles de millones de pesos por obras cuando Peña Nieto era gobernador del Edomex. Imposible ser malpensado. El presidente de México vive –o vivirá- en una residencia de casi noventa millones de pesos, cuando durante su gobierno la pobreza ha aumentado: de acuerdo a Cuauhtémoc Cárdenas con cifras del INEGI, durante el primer año y medio del gobierno peñista, hubo 3 millones 600 mil nuevos pobres. Inadmisible entonces que el Presidente tenga una casa de ese valor. Es una vulgaridad. La imagen del presidente de México es, ante sus compatriotas y ante el mundo, la de un mandatario brutalmente enriquecido. Brutalmente desprestigiado. Y todavía faltan cuatro años de gobierno. A ver si dejan algo.
Fuente:  http://www.sinembargo.mx/opinion/12-11-2014/29010