lunes, 25 de agosto de 2014

¿Qué hay detrás de la plata que presume Coahuila?.

Esta es la historia de 36 campesinos de Ocampo, Coahuila, que son dueños de una propiedad de plata que no han podido cobrar.


Saltillo, Coahuila. En el ejido Tenochtitlán, localizado en el desierto de Ocampo, Coahuila, el corazón de la tierra no es de agua como en el antiguo imperio mexica, sino de plata.

Aquí, presume en comerciales el Gobierno del Estado de Coahuila, brilla uno de los yacimientos más productivos de plata del mundo; en este territorio donde no hay una gasolinera 254 kilómetros a la redonda, despega cada tercer día un avión cargado de metal refinado listo para exportar; aquí se extraen 4 millones de onzas por año; en un municipio clasificado por el Consejo Nacional de Evaluación de la Política y Desarrollo Rural (Coneval) como “Semimarginado”, la minera canadiense First Magestic recibe de ganancia pura mil 464 millones de pesos anuales.

Los dueños del ejido Tenochtitlán son millonarios. Saben que caminan sobre plata. Saben que el título de propiedad que les dio la Secretaría de la Reforma Agraria por 10 mil 100 hectáreas que comprende el Ejido, es un tesoro que deben guardar bien.

“Nosotros somos los propetarios de esto” dice Efrén Barajas deteniéndose el sombrero para que no se lo lleve el viento y apuntando hacia un desierto bordeado de montañas, el paisaje que su esposa eligió para morir.


Los dueños de Tenochtitlán son millonarios. En 1973, por decreto presidencial, 36 ejidatarios recibieron el título del lugar donde han pasado gran parte de su vida.

“Estas son las escrituras del ejido de mi propiedad” sostiene orgulloso Alejandro Ramírez, desde su casa de adobe a medio terminar. Él es un minero retirado por una lesión lumbar que a sus 69 años vive con una pensión de 2 mil 500 pesos mensuales.

Los dueños de Tenochtitlán son millonarios. Lo sabían sólo por un papel y fue hasta 1980 que la Secretaría de la Reforma Agraria les entregó 8 mil 765 hectáreas, ¿y el resto? Lo tendrían que pelear a una mina de plata de Grupo Peñoles llamada “La Encantada”.

“Cuando nos dieron los títulos fue como si nos dieran una casa, ser dueños del lugar donde crecí” dice Juan Manuel Trejo de 39 años, desempleado y padre de cuatro hijas, con una mirada brillante, como la de alguien que tiene un billete de lotería que está a punto de cobrar.

Los dueños de Tenochtitlán son millonarios. Grupo Peñoles dice lo contrario y en 2004 solicita un amparo para legitimar como suya la superficie donde está asentada la mina.

“Es un robo el que están haciendo y tanto dinero el que se llevan” dice Lauro Vega, quien se gana la vida vendiendo ropa a los mineros que extraen la plata de su propiedad.

Los dueños de Tenochtitlán son millonarios. Así lo establecieron las leyes de este país, en 2006 que Grupo Peñoles perdió el amparo y la Secretaría de la Reforma Agraria validó a los ejidatarios sus derechos como propietarios de las 10 mil 100 hectáreas.


“Semos treintaytantos los dueños, entonces yo le digo a la mina, ofrécenos algo, ya son muchos años, todo se ha perdido, el terreno ya no sirve” dice Don Pablo Vega desde su cama, con una voz que apenas se escucha. Tiene Neumoconosis y para hablar debe estar conectado a un tanque que oxigene sus pulmones dañados por la minería.

Los dueños de Tenochtitlán son millonarios. Sólo que Grupo Peñoles vendió la mina a la compañía canadiense First Majestic y ahora es con ellos el diálogo, la lucha para que les paguen un terreno que ha sido explotado por 34 años.

“De a una chiva, de a dos, de a tres, las sacaba muertas por el cianuro del agua, se siente muy feo, hasta le dan ganas a uno de llorar, es el patrimonio de los hijos” dice don Tacho, pastor ejidatario, que todavía se cubre el sol con el mismo casco que portaba en la mina antes de tener un accidente.

Los dueños de Tenochtitlán son millonarios, aunque al momento de entregarles el resto de su territorio les hayan dado otros lotes que no coinciden con los planos y tuvieran que iniciar otra vez un litigio ante el tribunal Agrario en Torreón, Coahuila, para hacer valer que es de ellos donde está operando en superficie y subsuelo la canadiense First Majestic.


“Nomás estamos pidiendo eso, que nos liquiden esa parte donde están procediendo, y no hemos podido llegar a nada porque lo que ofrecen es muy poco” dice Alejandro Ramírez con más de veinte nietos en su haber.

Los dueños de Tenochtitlán son millonarios, pese a que el pasado 6 de diciembre se reunieran con representantes de First Majestic para ponerle precio a sus predios y no llegaran a ningún acuerdo. La oferta: 10 millones de pesos, que divididos entre los 36 ejidatarios equivalen a 277 mil pesos para cada quien, menos el 30 por ciento, porcentaje para los abogados.

“Nos remontamos a la conquista porque lo que nos ofrecen es mucho menos que espejitos, es muy poco para el negocio que representa esta compañía” dice Mario Valdés, comisariado ejidal y ganadero.

Los dueños de Tenochtitlán son millonarios. No están dispuestos a aceptar esa oferta porque ya no podrán ni sembrar. Saben que el agua que corre por el subsuelo es veneno debido al proceso de lexivación que usa la mina para obtener la plata. Por hacer valer sus escrituras están arriesgando la vida.


“Se apropiaron del camino, tienen todo controlado, nos despojaron, cercaron hasta donde quisieron y pusieron su garita donde nos revisan cada que queremos entrar” dice Efrén Barajas, quien prefiere rodear kilómetros por una brecha accidentada para llegar a su casa y evitar interrogatorios.

Los dueños de Tenochtitlán son millonarios. Aunque se les trate como extraños por su tierra. La compañía First Majestic instaló en la entrada del Ejido, una pluma de acceso con guardias de seguridad las 24 horas, “¿A qué viene?, ¿con quién va?, nombre completo, identificación y placas” son las preguntas previas a un cateo obligatorio del vehículo.

“Este camino por el que ellos transitan es terreno de nosotros y estamos tratando de que se nos pague una regalía por el uso de tantos años y de aquí en adelante una renta, más el pago por el terreno donde está la mina” dice Mario Valdés, Comisariado Ejidal, quien lleva en su andar más de cien diligencias a dependencias y juzgados para exponer el tema.

Los dueños de Tenochtitlán son millonarios. Por eso no cesan. Hace dos años comenzaron otro juicio ante el Tribunal Tributario Agrario para que ejecute el decreto presidencial de acuerdo a los planos oficiales. Esto implicaría frenar la mina La Encantada que está sobre 2 mil hectáreas, registradas con nombres y apellidos de los 36 ejidatarios.

“La forma de hacer que nos pudieran hacer caso era cerrándoles el paso, lo hicimos una vez y se arrimaron pero no llegamos a ningún acuerdo, fuimos otra vez (a cerrar el camino) y entonces nos levantaron” dice Lauro Vega, quien tiene una marca en su muñeca izquierda por las horas que duró con las esposas mal puestas aquel día.

Los dueños de Tenochtitlán son millonarios. Lo dicen sus papeles, la forma en como sostienen la mirada y las agallas para apostarse en el camino e impedir el paso a la mina la mañana del 27 de junio de 2013.

“Estábanos tapando con un falsete para que no pasaran el diesel y vinieran los señores de la mina a dialogar, nada más que en lugar de dialogar nos echaron a la judicial. Nos llevaron presos detenidos. 64 judiciales, 16 camionetas, para llevarse a 14 viejitos de su propiedad. Sentimos feo porque éranos puras personas de la tercera edad, era la ley, venían armados y diciéndonos groserías, nos echaron arriba de las trocas como cayéranos y nos llevaron” dice Efrén Barajas parado justo donde ocurrió todo.

Los dueños de Tenochtitlán son millonarios. Aunque la Procuraduría del Estado de Coahuila no lo supiera y esa noche ordenara un operativo para aprehenderlos por el delito de obstrucción de vías de comunicación.

“Nos levantaron y nos pasearon por Múzquiz, Rosita, Monclova, luego Cuatrociénegas hasta Químicas del Rey, fueron más de 12 horas en la noche, iban bien recio, lo que no querían era que les amaneciera en el camino con nosotros” dice Lauro Vega, junto a su esposa que esa noche no durmió nomás de pensar.

Los dueños de Tenochtitlán son millonarios, no delincuentes, por eso interpusieron una queja en la Comisión Estatal de Derechos Humanos.

“Ya cuando lo sacan a uno se imagina lo peor, ya nomás falta que le den pa Durango y ahí sí nos dan cartera, era lo que pensaba yo en mi persona” dice Alejandro Ramírez, a quien su esposa le aconseja dejar el asunto de la mina por la paz, dejar de ir a las juntas, dejar el título de propiedad en el ropero por si un día se asoma la justicia.

Los dueños de Tenochtitlán son millonarios. Quizá por eso les cobraron una multa para dejarlos libres el 28 de junio de 2013. Pagaron 500 pesos cada uno por el delito de obstrucción de vía, una vía que no está registrada en ningún documento de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes, porque es propiedad privada, propiedad de ellos.

“Pensamos que nos iban a desaparecer, que nos iban a matar, ‘pisotearon nuestros derechos’, así le dije al Ministerio Público que nos levantó el acta, ‘a usted lo pusieron para cuidar a los mexicanos, no para pisotear nuestros derechos, nosotros no estamos robando, sólo queremos lo que nos pertenece, yo no veo el delito, si esto es mío a quién estoy estorbando’” dice Don Efrén Barajas a quien se le instaló una mina en el patio de su casa de techo de lámina y paredes de block, donde tiene pegada la nota que salió en el periódico Vanguardia, junto a un rosario, junto al casco de su hijo que trabaja para ellos, los canadienses.

Los dueños de Tenochtitlán son millonarios. Sobre las 2 mil hectáreas que les está invadiendo la compañía First Majestic, está cimentado un fraccionamiento exclusivo para mineros; las oficinas de La Encantada y una iglesia con el césped bien crecido, quizá para agradecer un día que esto les sea devuelto.


“Como antes había mucho pasto, yo pasaba con mis animales por aquí pero ya no los traigo porque hace años se me murieron 70 chivas, esta tierra roja está así desde hace veinte años, aquí había mucho nopal, hierba, cactus, se secó todo de a tiro” dice don Tacho desde una llanura donde escarba más de un metro en busca de tierra fértil y lo único que sale es un polvo con olor a cianuro.

Los dueños de Tenochtitlán son millonarios. Aunque la tierra ya tenga otro color por los metales pesados que se han vertido ahí. Aunque el agua, de acuerdo al estudio realizado el 5 de agosto de 2013 por la Universidad Autónoma de Coahuila, contenga 1.112 mg/ l de Cobre, .126 mg/l de Zinc, .0138 mg/l de Niquel, .021 mg/ l de Cromo, .003 mg/ l de Cadmio y en su mayoría Plomo con un nivel mayor de .241 de miligramos por litro, cantidad que impide sea potable o sembrar alimentos con ella.

“Ya no sirve pa siembra ni pa ganado, para nada sirven ya las tierras, están echadas a perder, el terreno está muerto, inerte. Cuando levanten todo y adiós, nosotros vamos a seguir pior, porque igual no creo, va a ser pior” dice Efrén Barajas desde una de las tres presas contaminadas que tienen registradas en el predio.

“Aquí con lo único que han ayudado es con unos botes de basura”. Juan Manuel Trejo, ejidatario

Los dueños de Tenochtitlán son millonarios, aunque desde hace una década las familias hayan huido de aquí por el plomo en el agua, quedando el pueblo habitado por puros trabajadores que desde antes de que amanezca caminan uniformados a cumplir un turno que termina cuando ya se está metiendo el sol. De siete a siete de la noche, trabajan seis días y los que pueden se van de viaje un día para llevar el sustento a sus familias que viven a tres horas de ahí, en Múzquiz, Rosita, Sabinas…

“Así como estoy yo, me falta un miembro, tengo mi pierna mala, el nervio ciático, mi brazo, qué hago yo, ya con la edad no me puedo ir a ninguna parte, me da poquito el seguro y con eso me mantengo, tengo a mi señora… ya los muchachos están grandes y trabajan con ellos” dice don Tacho, uno de los pocos ejidatarios que todavía viven con su familia en Tenochtitlán. Minero de corazón hasta que un explosivo le voló la mano, ahí en la mina que ahora es de los canadienses.

Los dueños de Tenochtitlán son millonarios, quizá por eso, Ramón Dávila Flores, director general de First Mejestic en México presumiera que han dejado una derrama por más de 10 millones de dólares en Ocampo, Coahuila.

“Pues aquí nunca se ha visto nada por el lado de First Majestic, es una vil mentira, aquí con lo único que han ayudado es con unos botes de basura, pero así que tú digas que procuren ayudar a la gente del ejido, del pueblo, nombre” dice Juan Manuel Trejo desde una de las calles del tercer municipio con más pobreza en Coahuila.

Los dueños de Tenochtitlán son millonarios, quizá por ello la minera La Encantada sea la que menos pagó impuestos en 2013 en México, sólo 68 mil pesos por extraer un millón 277 mil 500 toneladas de mineral.


“Es un robo el que están haciendo y de tanto dinero” Lauro Vega, ejidatario

“Ya tiene muchos años, ellos se están llevando la plata y a nosotros no nos están pagando nuestros derechos por parte del ejido, por aquí pasan camionetas, la tubería del agua, la corriente, pasan su material de ellos y a nosotros no nos han liquidado nada todavía, desde el 73 pa acá” dice Efrén Barajas, quien a sus 69 años se gana la vida de jornalero, albañil, vaquero, pastor, lo que Dios le de licencia.

Los dueños de Tenochtitlán son millonarios, lo confirma Jaime Martínez Veloz, Comisionado Nacional de los Pueblos Indígenas, quien ha dicho a Vanguardia en entrevista que espera que la compañía canadiense, pague lo que le corresponde a los ejidatarios por estar explotando su tierra. “Llevan muchos años luchando y espero que la Secretaría de la Reforma Agraria ya les resuelva”, dijo.

“La plata se la llevan en un avión, el avión baja de este lado, ahí donde está el cono y se para en esa casita blanca, ahí cargan su plata ellos y se la llevan en su avioneta allá pa Durango, son barras ya fundidas, las cargan y se van luego luego, duran una media hora aquí” narra don Tacho desde la pista de aterrizaje, por donde antes acarreaba sus chivas.

Los dueños de Tenochtitlán son millonarios, por eso el Tribunal Unitario Agrario en Torreón Coahuila, distrito VI, emplazó a la minera el pasado 7 de febrero para que presente las pruebas de su propiedad o, en su defecto, desaloje las 2 mil hectáreas.

“Se puede arreglar en cualquier momento siempre y cuando quieran ellos, ya tenemos treinta años con este pleito, aquí lo que pasa es que nos estamos haciendo viejos y nos quieren enterrar y se acabó el pleito, a lo mejor es lo que ellos esperan” dice don Efrén acomodándose el sombrero y señalando la mina como quien señala un gigante.

Los dueños de Tenochtitlán son millonarios y la mina La Encantada, de la compañía First Majestic, no pudo acreditar la propiedad ante el Tribunal Agrario, ahora tendrá que ser un perito topográfico quien lea los planos y emita un dictamen.

“De acuerdo a una reunión que tuvimos, los ejidatarios estamos pidiendo un millón y medio de pesos como compensación y una renta mensual de aquí en adelante por usar el camino” dice Mario Valdés, comisariado ejidal.

Los dueños de Tenochtitlán son millonarios, aunque ya se haya muerto uno de ellos, Don Urbano Castellanos, a sus 85 años, sin recibir el dinero, una mañana de febrero en el municipio de Múzquiz.

“Quiero hacerles un ranchito a mis nietos, esa es la intención, porque ahí me crié yo, pa cuando estén viejos digan ‘aquí vivía mi abuelo’”. Pablo Vega, ejidatario

Los dueños de Tenochtitlán sueñan que un día serán millonarios, que la mina les paga sus tierras, que por fin se acaba este pleito.

“Quiero hacerles un ranchito a mis nietos, esa es la intención, porque ahí me crié yo, pa cuando ya estén viejos digan ‘aquí vivía mi abuelo’” dice don Pablo Vega desde su cama con la esperanza de que el trato con la minera se cierre pronto.

“¿Que qué haría con ese dinero? pues le daría buen uso, tengo mi familia, ayudaría a mi familia” dice Efrén Barajas, recordando a su nietas que apenas son unas niñas.

“Lo que haría yo es guardarlo porque uno ya está en la vejez y pues ya de perdido pa que lo entierren a uno como cristiano” dice Alejandro Ramírez.


“Pienso quedarme aquí… ya con la edad que tengo y el brazo así no puedo trabajar, mis hijos están en la mina pero hay que darle estudio a mis nietos, sacarlos adelante” dice don Tacho mientras carga una chiva que acaba de nacer en su establo.

“Pues haría una casa para mis hijas porque ahorita estoy de arrimado” dice Juan Manuel Trejo mientras sus niñas lo observan desde la puerta de la cocina y están atentas a la entrevista.

“Estamos pidiendo un millón y medio de pesos como compensación y una renta mensual” Mario Valdés, comisariado ejidal.

“Todo mundo en el ejido de alguna manera tenemos necesidades, tenemos planes, en mi caso mejoraría mi campo pa mis cabras aquí, y pues mi familia, todos tenemos familia” dice Mario Valdés, comisariado ejidal.

Los dueños de Tenochtitlán sueñan que son millonarios y que por fin la Secretaría de la Reforma Agraria resuelve el expediente número 260 a su favor.