jueves, 5 de junio de 2014

Carta a los bebés de la Guardería ABC.

Sí, nadie del gobierno ha escuchado. Su oído sordo, su mirada ciega y su interés personal han descartado nuestro reclamo de justicia.

Nenes:

Son ustedes nuestros niños también. Además de sus papás, tienen en cada uno de nosotros a millones  de papás postizos que hemos pedido, hemos rezado y hemos llorado sus 49 dolorosas ausencias.
Ustedes, sus angelitos, también son nuestros angelitos. Desde ese fatídico 5 de junio, hasta este doloroso 5 de Junio, sus 49 ausencias, nos siguen dejando un hueco en el corazón. Ustedes nos duelen, ustedes nos seguirán doliendo.
Ustedes merecen justicia, sus papás mrecen paz y México merece oídos, miradas e intereses cercanos a nosotros por parte de nuestros gobernantes.

Hoy, miles de mexicanos y gente de otros países, estarán en las plazas públicas recordándoles y exigiendo al gobierno. Es gente consciente que no les ha olvidado y que no les olvidará jamás.
Hoy, en muchos de esos corazones, cabrán sus sonrisas, sus juegos, sus besos, sus travesuras.

Puedo decirles, aunque sé que lo saben de sobra, que los papás de cada uno de ustedes, no han dejado un solo momento de luchar, que son de los hombres y mujeres más valientes de México y que pese a la cerrazón, la amenaza permanente, la ceguera y la sordera de aquellos que mal gobiernan, sus papás están de pie; tocando puertas, abriendo posibilidades, buscando alternativas, investigando, exigiendo, gritando y todo porque sus 49 almitas les dan esa fuerza necesaria. ¡No tengan duda, ustedes tienen los mejores papás que pudieron haber tenido!

Yo, desde mi humilde espacio, les dedico esta carta, llena de amor, esperanza y fe. Les envío un abrazo enorme, donde caben todos. Y como niño, cierro los ojos en este momento, para imaginar que somos 50 y estamos en una gran fiesta, llena de globos, dulces, pasteles y alegría.
En esa fiesta no hay dolor, ni tristeza, porque sus sonrisas y sus vocecitas son bálsamo para el corazón de cualquiera que sufra.  Corren, abrazan a su mamá, a su papá y yo me quedo ahí mirándolos, feliz, simplemente feliz.

Les prometo algo; mientras viva, siempre seré de los que estarán exigiendo lo que ustedes merecen: #JUSTICIA.

 Benditos sean angelitos ABC.

Atte. Ar1zZ

Historia de una foto: el hombre del tanque de Tiananmen.

Una imagen dio la vuelta al mundo hace dos décadas: la de un hombre impávido plantado frente a una columna de blindados en la avenida pequinesa de Chang'An, en una conmovedora protesta individual horas después de que cientos de jóvenes murieran bajo las cadenas de oruga y los proyectiles de esos acorazados.

La imagen fue captada el 5 de junio de 1989 por al menos tres fotógrafos desde los balcones del Hotel Beijing, junto a la plaza de Tiananmen: los estadounidenses Jeff Widener, para la agencia Associated Press (AP), Charlie Cole, para la revista 'Newsweek', y el británico Stuart Franklin, de Magnum, para la revista 'Time'.

"El hombre solitario me va a fastidiar la composición de la foto", pensó Widener, de 52 años, antes de congelar la gesta del desconocido, según explicó a Efe en una visita a Pekín.

Las cadenas televisivas CNN y BBC captaron también a aquel joven un poco melenudo, que parecía venir de la compra y que de pronto afrentó al tanque, le cortó el paso y se encaramó a su torreta para hablar con el soldado de dentro, hasta que tres hombres se lo llevaron y fue engullido para siempre por la Historia.

En la foto de Widener, el chino más buscado por los corresponsales en cada aniversario de la matanza lleva una bolsa y una chaqueta en la mano izquierda, y en el ángulo inferior derecho se ve parte de una farola de Chang An, la avenida de la 'Paz Eterna'.

Era mediodía. "Cuando los tanques entraron en Chang An, esperaba que dispararan a ese hombre, pero no lo hicieron. Recuerdo que le dije a Kurt, 'este tipo está loco, lo van a matar'".

Kurt, o Kirt, recuerda, fue el estudiante americano que le dejó usar su habitación, en la sexta planta, y que, burlando la presencia policial, consiguió llevar el carrete de Widener, oculto en su ropa interior, hasta la oficina de AP: "No he vuelto a saber nada de él. Me gustaría agradecer lo que hizo, porque sin su valiente ayuda el mundo nunca habría visto la foto".

Desde la noche de la matanza, Widener, entonces editor para Asia en Bangkok, había tenido problemas: se quedó sin baterías para su flash< justo al empezar los disparos, y una piedra perdida lo golpeó en la cabeza dejándolo conmocionado durante más de un día. Widener gesticula al recordar el dolor, el espanto y los muertos.

Ya en la ventana del hotel, "para mi horror, noté que la velocidad de obturación era demasiado baja para una lente de 800 milímetros. Me arriesgué a correr hacia la cama para cambiarlo y obtener una imagen más ajustada. Pero olvidé que la velocidad de la película era de menos de 100 ASA (índice fotográfico que mide la sensibilidad de la película), y no los 800 ASA de siempre".


"La mayoría de periodistas se equivocan con eso, algunos dicen que la exposición era errónea. De hecho, era perfecta. Pero asumí que era seguro disparar en 1/250 (velocidad de obturación de la fotografía, calculada en fracciones de segundo)... y no 1/30. Es un milagro que la foto se vea nítida. Sólo disparé tres veces", recuerda Widener, a quien todavía le escuece que esa foto no le diera el Pulitzer de 1990, para el que quedó finalista.

Mejor fortuna tuvo la de Charlie Cole, ya que la imagen le valió un World Press Award en el 89. "Tomé la foto con una Nikon y una lente de 300 milímetros, desde un balcón que estaba muy lejos, a unos 200 metros de la escena", desde la habitación de Stuart Franklin, en la octava planta del hotel, explicó a Efe Cole, de 54 años.

Después de haber dispersado a la gente que había regresado a la plaza esa mañana, una columna de 25 tanques avanzó por la avenida. "Stuart y yo estábamos disparando hombro con hombro, y de la nada apareció ese joven, con una chaqueta en una mano y una bolsa en la otra, y se puso delante de los tanques. No podía creerlo. Pero seguí disparando convencido de que lo iban a matar. Para mi asombro, el tanque se detuvo".

La foto de Franklin tiene un campo de visión más amplio e incluye un autobús calcinado al fondo. Luego, explica Cole, anticipándose a la Policía, que la noche anterior lo asaltó con una picana eléctrica en la recepción del hotel, escondió los carretes en la cisterna del váter.

En cuanto a la suerte del hombre del tanque, que algunos medios llegaron a identificar como un tal Wang Weilin, el tejano asume que se lo llevó la Policía secreta y fue ejecutado. Aunque otras fuentes señalan que, de ser así, el Gobierno habría dado una publicidad ejemplar a su ejecución, negada por el presidente Jiang Zeming.

"Él creó la imagen, yo sólo tomé la foto", explica Cole, quien subraya que la actitud de ese joven conmovió al mundo: "Me sentí honrado por estar allí".

Fuente: El País.