Después de la desaparición de los 43 estudiantes normalistas de la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa, Guerrero, el 26 de septiembre, fue notorio que el eslabón más débil y la primera cabeza que iba a caer era la del entonces Gobernador Ángel Aguirre Rivero. El día que presentó su solicitud de licencia muchos dijeron que era parte del problema más no la solución. La teoría ha quedado plenamente comprobada luego de la salida de Aguirre Rivero, el 23 de octubre, pues la llegada de un Gobernador interino, Rogelio Ortega Martínez, no ha logrado sofocar el fuego en el estado que en estos días ha visto como arden su Palacio de Gobierno, alcaldías, sedes de partidos políticos y hasta el salón de plenos del Congreso. El fuego ha ido más allá y ya llegó hasta las puertas de Palacio Nacional, el recinto del Ejecutivo, lo que muestra la necesidad de que alguien apague las llamas y en lugar de permitir que el hartazgo ciudadano llegue más allá, se extinga el incendio a través del diálogo y la conciliación. Al malestar generalizado y el reclamo de justicia por la desaparición de los normalistas se han sumado el hartazgo ciudadano por la corrupción, el enojo por la desigualdad social y la impotencia de no encontrar quien dé soluciones efectivas a todos estos reclamos. Desde hace casi siete semanas, el descontento social en México no ha dejado de ser tema de la prensa internacional; medios de Estados Unidos, Reino Unido, Alemania y de otros países han documentado cómo en México el descontento crece y la autoridad no convence. Grupos de la sociedad civil, los empresarios, artistas, entre otros, han gritado la necesidad de construir un diálogo para solucionar el malestar generalizado que se siente en el país, pero hasta ahora no existe ningún interlocutor por parte del gobierno que dé soluciones puntuales a estas inquietudes. Ayer, el influyente diario estadounidense The New York Times hacía énfasis en el fracaso del gobierno ante una sociedad “indignada”. “Los mexicanos están comprensiblemente indignados con un gobierno que ha fracasado en dar seguridad, respetar el Estado de Derecho, lograr que los criminales respondan por sus actos y garantizar que haya justicia para las víctimas y sus familias”, publicó el diario neoyorquino en el editorial titulado “Ley y Orden en México”. Desde las redes sociales, desde las calles y desde todas las tribunas, la sociedad ha expresado que no quiere más confrontaciones violentas, incluso en las marchas de protesta por la desaparición de los normalistas, el llamado a evitar enfrentamientos y vandalismo ha sido la constante. La sociedad quiere ser escuchada, quiere que el país cambie, pero a través del diálogo y de solucionar, por la mejor vía, todo lo que tiene al país en un estado de hartazgo, pero, hasta ahora, no se ha visto ningún interlocutor que, desde el otro lado, desde el lado de las autoridades, preste oídos a todas esas inquietudes. Es un hecho que después de Ayotzinapa nada será igual, la sociedad quiere un cambio y quiere que este se haga de la mejor manera posible, la no violencia debe ser una premisa que se mantenga durante todo este proceso de cambio, pero para que se cumpla también es necesario que exista una apertura al diálogo porque el fuego en Guerrero nos ha dejado el aprendizaje de que un incendio que no se apaga a tiempo, lo único que hace es provocar otro más grande.
http://www.sinembargo.mx/opinion/13-11-2014/29032