Con la “tecnología y la ciencia” en la sierra nororiental del estado de Puebla, así como en cualquier lugar del país, muere y desaparece la “cultura mística, los valores, los principios y su política”; se deteriora la “naturaleza”, las únicas pequeñas áreas como pulmón de la nación mexicana. Se contaminan las formas de vida, de pensamientos y actitud.
Ante la pregunta lanzada en el título de esta colaboración, la ecología simplista y funcional tendría una respuesta inmediata: de él se obtienen los medios de subsistencia. El capitalismo vería de forma similar el territorio: es simplemente un lugar de obtención de riqueza. Ya Philippe Descola (1986, 2004, p. 25) ha señalado que en la cultura occidental dominante, junto con la actual globalización económica, se han empeñado en distinguir la naturaleza y la cultura en un lógica que sólo está al servicio de una instrumentalidad ecológica simplista. De tal forma que se puede complementar esa lógica capitalista al arrebatar la tierra y el agua a poblaciones campesinas e indígenas para ponerlas al servicio de diversos proyectos de “desarrollo”, como la mega minería destructiva. Sin embargo, las concepciones sobre el territorio y la naturaleza en la Sierra Norte de Puebla han sido poco exploradas.
El Taller de Tradición Oral y Pierre Beaucage (1996) han mostrado ya que los terrenos de siembra de los nahuas de la Sierra Norte de Puebla contienen un aprovechamiento y conocimiento que implica su permanente alteración, pero bajo una óptica de beneficio y de respeto, inclusive cuando se trata de predios comercialmente dedicados al cultivo del café. Existe una distinción entre las siembras nahuas de café y de quienes no son nahuas y también siembran comercialmente el café. En los primeros existe un aprovechamiento, conocimiento de los diferentes tipos de terrenos y de plantas comestibles, curativas y ornamentales; conocen los nombres de todos los predios, agrícolas o no, con lo cual transforman el medio pero con un cuidado tal, que se puede sostener que es una relación social con la tierra, se le cuida y se le protege, rebasando una simple necesidad humana de comercialización del café.
Por su parte, Nicolas Ellison (2007), entre los totonacos anunció un sistema de producción vinculado con las concepciones de la naturaleza domesticada, principios retomados de Philippe Descola, llamándole a la relación que los totonacos tienen con su territorio, concepción tutelaría:
“Esta concepción ‘tutelaría’ de la relación entre hombres y medio ambiente, actualmente en vía de desarticulación, es una forma de socialización de la “naturaleza” (entorno biofísico) o de apropiación simbólica del espacio menos alterado por la acción humana. Cabe mencionar que en la cosmogonía totonaca como prácticamente en todas las cosmogonías amerindias, el mundo fue, primero, poblado sólo de “gentes” que se fueron diferenciando luego entre animales, plantas y seres humanos. De ahí la atribución de un espíritu o alma a los animales, las plantas y hasta las rocas (las cuales a noche peligran de transformarse en ocelotes o en monstruos).” (Ellison 2007, párrafo 15)
Esto significa que los totonacos vinculan el territorio, por ejemplo el del monte (o manchones de vegetación abundante donde no se siembra) o el rancho (lugar de trabajo, de siembra), a cierto tipo de entidades que actúan en la vida contemporánea.
El territorio no está inhabitado, al contrario, tiene en su ser más interno, una serie de entidades que son reguladoras de conductas (pueden castigar a un hombre o una mujer que son infieles), pueden enfermar a quienes infringen en sus espacios sagrados (como las cuevas o manantiales por medio del susto) o bien promueven la abundancia en la cosecha. La deidad principal sería malakatsucuná’, el dios omnipresente-creador, identificado también como Puchina, dios y creador de todas las cosas de la tierra y del universo. Interviene en el “monte” o el “rancho”, eso que el capitalismo llama “naturaleza”, separada de la vida humana, con su “espíritu” o esencia en cada una de las cosas en donde existe el o los dueños, las entidades tutelarías: xmalaná, dueño o su dueño, el dueño de; malaná significa el dueño o patrón. Los xmalaná se despliegan en todos los ámbitos del territorio totonaco. Conformaría un conjunto de entidades tutelares mayores, como el poder que engloba una serie de subdivisiones: en orden jerárquico, tutelaría el xmalanáchichini’. Los creadores serían el sol, y la xmalanápapa’, la dueña o creadora de la luna, no obstante que la cosmovisión totonaca designa a la luna como un ente masculino, pero se debe indagar antropológicamente al respecto, pero este trabajo no averigua al respecto. Posteriormente llegan otras deidades o dioses secundarios, como el xmalanáun, el dueño del viento, xmalanátit, dueño de la tierra, el xmalanáchuchut, el dueño del agua. Otras nociones de la vida entre los totonacos de San Juan Ozelonacaxtla, Huehuetla, Puebla, serían las de xamalanákuxi, dueño del maíz; y xmalanákakiwin, dueño de del rancho y del monte, es decir, se engloba en este sentido las diferentes esferas comprendidas en lo no humano, relacionado con la tierra: el lugar donde viven las entidades tutelares, por ejemplo donde vive kiwikgolo’, como el xmalanákakiwin, y el lugar de trabajo de los seres humanos, la parcela o rancho, como llaman los totonacos el área de trabajo, pero también incluye en sus dominios el monte, o manchones donde la selva baja es visible y habita la fauna de diferentes tipos.
Esta visión del territorio es perceptible en la actualidad -con ligeras variaciones dependiendo de la comunidad de la que se hable-, en los lugares que hoy el capitalismo rapaz y la ceguera del gobierno mexicano se empeña en construir minas y controlar el agua.
¿Un capitalista podrá entender las relaciones que nahuas y totonacos tienen con su medio ambiente?
Parece ser que la respuesta es negativa, ya que ellos sólo se alimentan de la destrucción, de la acumulación rapaz al considerar el territorio un instrumento que engrosa las cuentas bancarias sin contemplar las visiones del mundo de nahuas y totonacos que habitan la sierra nororiental del estado de Puebla. Descartan el cuidado y manutención de la siembra comercial, como lo mostró el Taller de Tradición Oral y Beaucage, y desconocen, por lo limitado de su visión instrumental sobre el territorio, las entidades tutelarías que habitan el monte y el rancho de las poblaciones nahuas y totonacas.
Publicado en:
http://www.lajornadadeoriente.com.mx/2014/07/12/por-que-se-defiende-el-territorio-de-los-proyectos-de-muerte-en-la-sierra-norte-de-puebla/
Ante la pregunta lanzada en el título de esta colaboración, la ecología simplista y funcional tendría una respuesta inmediata: de él se obtienen los medios de subsistencia. El capitalismo vería de forma similar el territorio: es simplemente un lugar de obtención de riqueza. Ya Philippe Descola (1986, 2004, p. 25) ha señalado que en la cultura occidental dominante, junto con la actual globalización económica, se han empeñado en distinguir la naturaleza y la cultura en un lógica que sólo está al servicio de una instrumentalidad ecológica simplista. De tal forma que se puede complementar esa lógica capitalista al arrebatar la tierra y el agua a poblaciones campesinas e indígenas para ponerlas al servicio de diversos proyectos de “desarrollo”, como la mega minería destructiva. Sin embargo, las concepciones sobre el territorio y la naturaleza en la Sierra Norte de Puebla han sido poco exploradas.
El Taller de Tradición Oral y Pierre Beaucage (1996) han mostrado ya que los terrenos de siembra de los nahuas de la Sierra Norte de Puebla contienen un aprovechamiento y conocimiento que implica su permanente alteración, pero bajo una óptica de beneficio y de respeto, inclusive cuando se trata de predios comercialmente dedicados al cultivo del café. Existe una distinción entre las siembras nahuas de café y de quienes no son nahuas y también siembran comercialmente el café. En los primeros existe un aprovechamiento, conocimiento de los diferentes tipos de terrenos y de plantas comestibles, curativas y ornamentales; conocen los nombres de todos los predios, agrícolas o no, con lo cual transforman el medio pero con un cuidado tal, que se puede sostener que es una relación social con la tierra, se le cuida y se le protege, rebasando una simple necesidad humana de comercialización del café.
Por su parte, Nicolas Ellison (2007), entre los totonacos anunció un sistema de producción vinculado con las concepciones de la naturaleza domesticada, principios retomados de Philippe Descola, llamándole a la relación que los totonacos tienen con su territorio, concepción tutelaría:
“Esta concepción ‘tutelaría’ de la relación entre hombres y medio ambiente, actualmente en vía de desarticulación, es una forma de socialización de la “naturaleza” (entorno biofísico) o de apropiación simbólica del espacio menos alterado por la acción humana. Cabe mencionar que en la cosmogonía totonaca como prácticamente en todas las cosmogonías amerindias, el mundo fue, primero, poblado sólo de “gentes” que se fueron diferenciando luego entre animales, plantas y seres humanos. De ahí la atribución de un espíritu o alma a los animales, las plantas y hasta las rocas (las cuales a noche peligran de transformarse en ocelotes o en monstruos).” (Ellison 2007, párrafo 15)
Esto significa que los totonacos vinculan el territorio, por ejemplo el del monte (o manchones de vegetación abundante donde no se siembra) o el rancho (lugar de trabajo, de siembra), a cierto tipo de entidades que actúan en la vida contemporánea.
El territorio no está inhabitado, al contrario, tiene en su ser más interno, una serie de entidades que son reguladoras de conductas (pueden castigar a un hombre o una mujer que son infieles), pueden enfermar a quienes infringen en sus espacios sagrados (como las cuevas o manantiales por medio del susto) o bien promueven la abundancia en la cosecha. La deidad principal sería malakatsucuná’, el dios omnipresente-creador, identificado también como Puchina, dios y creador de todas las cosas de la tierra y del universo. Interviene en el “monte” o el “rancho”, eso que el capitalismo llama “naturaleza”, separada de la vida humana, con su “espíritu” o esencia en cada una de las cosas en donde existe el o los dueños, las entidades tutelarías: xmalaná, dueño o su dueño, el dueño de; malaná significa el dueño o patrón. Los xmalaná se despliegan en todos los ámbitos del territorio totonaco. Conformaría un conjunto de entidades tutelares mayores, como el poder que engloba una serie de subdivisiones: en orden jerárquico, tutelaría el xmalanáchichini’. Los creadores serían el sol, y la xmalanápapa’, la dueña o creadora de la luna, no obstante que la cosmovisión totonaca designa a la luna como un ente masculino, pero se debe indagar antropológicamente al respecto, pero este trabajo no averigua al respecto. Posteriormente llegan otras deidades o dioses secundarios, como el xmalanáun, el dueño del viento, xmalanátit, dueño de la tierra, el xmalanáchuchut, el dueño del agua. Otras nociones de la vida entre los totonacos de San Juan Ozelonacaxtla, Huehuetla, Puebla, serían las de xamalanákuxi, dueño del maíz; y xmalanákakiwin, dueño de del rancho y del monte, es decir, se engloba en este sentido las diferentes esferas comprendidas en lo no humano, relacionado con la tierra: el lugar donde viven las entidades tutelares, por ejemplo donde vive kiwikgolo’, como el xmalanákakiwin, y el lugar de trabajo de los seres humanos, la parcela o rancho, como llaman los totonacos el área de trabajo, pero también incluye en sus dominios el monte, o manchones donde la selva baja es visible y habita la fauna de diferentes tipos.
Esta visión del territorio es perceptible en la actualidad -con ligeras variaciones dependiendo de la comunidad de la que se hable-, en los lugares que hoy el capitalismo rapaz y la ceguera del gobierno mexicano se empeña en construir minas y controlar el agua.
¿Un capitalista podrá entender las relaciones que nahuas y totonacos tienen con su medio ambiente?
Parece ser que la respuesta es negativa, ya que ellos sólo se alimentan de la destrucción, de la acumulación rapaz al considerar el territorio un instrumento que engrosa las cuentas bancarias sin contemplar las visiones del mundo de nahuas y totonacos que habitan la sierra nororiental del estado de Puebla. Descartan el cuidado y manutención de la siembra comercial, como lo mostró el Taller de Tradición Oral y Beaucage, y desconocen, por lo limitado de su visión instrumental sobre el territorio, las entidades tutelarías que habitan el monte y el rancho de las poblaciones nahuas y totonacas.
Publicado en:
http://www.lajornadadeoriente.com.mx/2014/07/12/por-que-se-defiende-el-territorio-de-los-proyectos-de-muerte-en-la-sierra-norte-de-puebla/