Ni perdón ni olvido
Es normal que esta consigna sea gritada por muchas personas cada 2 de octubre; un mensaje que no pasa desapercibido, ya que niñ@s, adolescentes, jóvenes y adult@s salen a las calles cada año a expresar su indignación y rabia ante un aberrante pasado e infame presente.
La mayoría de la gente tiene una noción de lo que pasó el 2 de octubre del 68 en la plaza de las 3 culturas, Tlatelolco, D.F.
Toda la furia a causa de un genocidio se deja sentir, retumbando hasta el centro del planeta. La policía invade la ciudad para contener esa furia, el ambiente sube de intensidad, el desprecio y el odio a la autoridad se expresa sin poderse contener; todo es tenso pero satisfactorio porque el/la oprimid@ encuentra su lugar, donde se acompañan personas que comparten un sentir y una necesidad de pasar a la ofensiva contra un sistema que l@s explota.
La gente ataca a la autoridad por todos los medios a su alcance, se atreve a vencer sus miedos, a sentir su corazón palpitar a un ritmo acelerado; el/la oprimi@ se siente más vivo que nunca, ese día es un lindo poema, una bella obra de arte, la cual no tod@s tienen la sensibilidad para apreciar y valorar; y quien no lo hace no tiene la mínima idea de lo que son la poesía y el arte. Un instante, una situación improvisada que encuentra su apogeo al perderse entre el tiempo y el espacio por ser única e irrepetible.
“El aliento del placer tira los muros de las obligaciones”, la autoridad corre, el/la indignad@ decide optar por la valentía. El fuego aparece como invitado de honor, el/la encapuchad@ se deja ver y ejercita su astucia, valor, decisión, fuerza, habilidad, destreza, coraje e inteligencia. Se levantan esas hermosas protectoras del dign@ oprimid@: las barricadas, ese refugio al que acude un natural hartazgo.
La gente se solidariza como nunca, el arte de la guerra se alebresta ante nuestros ojos. Y al terminar el día la rebeldía se esconde, hay herid@s, pres@s y hasta muert@s.
La danza y el teatro de la revuelta cierran su telón hasta su próximo acto. L@s secuestrad@s se vuelven pres@s en las cárceles de la autoridad por infringir sus leyes; pasan ahí días, meses y hasta años, así pagan el precio de su atrevimiento, los estragos de la guerra matan en vida a las víctimas que caen en sus garras.
46 años de un genocidio, un año de encierro para l@s indignad@s, nada puede ser más normal, no hay de qué preocuparse. Porque o eres víctima de un sistema carcelario o de una realidad cruel en pseudolibertad.
De paso, en medio del vals no estaría mal recordar a l@s pres@s y exigir su libertad, como una sintonía adecuada en medio de la obra maestra revolucionaria e insurreccional. Y si se logra tal objetivo, que mejor, es ser coherentes en el combate contra las injusticias a las que la humanidad no es indiferente ni ajena.
Libertad a tod@s l@s pres@s, víctimas de esta infame tiranía
Salud y revolución social
Mario