De: Víctor M. Toledo.
Durante la transición del mesozoico al cenozoico, que duró varios millones de años, ocurrió el fenómeno ampliamente conocido por el cual los gigantescos dinosaurios que dominaron ampliamente la vida en el planeta, súbitamente desaparecieron y su lugar fue ocupado por pequeños animales de sangre caliente: los mamíferos. La causa fue un drástico cambio ambiental, esencialmente climático, provocado por varios factores, incluyendo la llegada a la Tierra de un colosal meteorito. El diseño o prototipo dinosáurico perdió su eficacia y fue incapaz de adaptarse a las nuevas condiciones. Algo similar está ocurriendo en el mundo actual, ya no en el teatro de la biología o la historia natural, sino en el de la vida social, incluyendo la economía y la política.
El cuestionamiento cada vez más frecuente que hacen numerosos pensadores sobre estructuras, modelos, diseños y prototipos fundamentales no sólo hablan de que estamos ante un cambio de época, ante un cambio de civilización. También hace temblar pilares esenciales de la cosmovisión del llamado mundo civilizado, industrial y tecnocrático.
Exploremos el caso de la política. El poder político surge cuando se establece una relación de orden y obediencia, lo que supone coerción y violencia y derivado de ello sistemas o estructuras jerarquizadas y centralizadas. La pirámide es el icono de las sociedades basadas en la coerción o dominio. El vértice sitúa a los dominadores y la base a los subordinados. Estas sociedades piramidales no han sido eternas, surgieron hace apenas 5 mil años, por tanto, un emblema que hoy nos parece normal sólo representa una mínima fracción en la historia de la sociedad humana. Durante el restante 98.5 por ciento tal situación nunca existió, pues en las llamadas sociedades primitivas o arcaicas la equidad fue su rasgo preponderante en íntima relación con el tamaño de los conglomerados humanos (bandas, tribus, aldeas, señoríos).
Las sociedades donde aún no aparece el poder político, se definen como aquellas donde hay ausencia de escritura, economías de subsistencia, tecnologías simples e inexistencia de clases sociales. Esto es, sólo en las sociedades civilizadas es donde hay poder y, en consecuencia, formas múltiples y variadas de coerción y de violencia. Los partidos políticos reproducen lo que el Estado antes ya había instituido, y que también fueron imitando las unidades económicas a lo largo de la historia. El crecimiento de la empresa (con patrones y trabajadores subordinados) fue derivando en sistemas cada vez mayores hasta llegar a las súper gigantes corporaciones actuales. Así como la cooperativa (donde los socios son patrones y trabajadores a la vez) se opone a la corporación, las redes son la antítesis de los partidos en las relaciones de poder.
Aunque no se logre ver aún con claridad, las redes están destinadas a desplazar a los partidos como organismos políticos para la gobernanza, es decir, para la toma de decisiones de las sociedades humanas por dos razones. Primero, porque los partidos son pesados y torpes dinosaurios, basados en estructuras verticales, centralizadas, jerárquicas y coercitivas, en tanto las redes son entidades descentralizadas formadas de nodos o entidades equipotenciales. En general, los rígidos diseños que tienden al gigantismo están condenados a desaparecer frente a las formas pequeñas y flexibles. La segunda es que la innovación tecnológica, tanto en la comunicación, la información y el transporte, ha abierto un inmenso universo de posibilidades en el campo de la política, la gobernanza y la toma colectiva de decisiones.
Hoy las redes ponen en jaque a los poderes políticos surgidos de los partidos. Es el caso del movimiento de los maestros del CNTE, de las resistencias locales y regionales contra los mega proyectos, de las radios comunitarias que esparcen sus señales a escala local, o de las publicaciones digitales con redes de millones de lectores. Conforme los instrumentos tecnológicos se perfeccionan, simplifican y abaratan, las posibilidades de su uso político se potencian. Lo alternativo se esparce con mayor facilidad. Defender hoy la vigencia de los partidos políticos es pregonar la legitimidad de la democracia representativa o parlamentaria, un cuento en el que cada vez menos creen. La comodidad y el confort de decidir mediante el voto los destinos de su sociedad, ha mutilado el poder del ciudadano que ya no se obliga a la participación activa. Todo ello contribuye a alimentar una ilusión falsa: la de vivir en una sociedad democrática.
Tome el lector los casos de Cherán, en Michoacán, o de Cacahuatepec, en Guerrero, donde los ciudadanos, familias y barrios han tomado el control directo, es decir, el poder político, a escala municipal, han expulsado a los partidos políticos y han nombrado a sus autoridades y a sus cuerpos de seguridad. Ahí los habitantes locales ejercen el autogobierno, la autogestión, la autodefensa y van en pos de la autosuficiencia. Dada la escala han formado una red en tiempo real y también en espacio real. La gobernanza surge de la acción cara a cara y en directo. En ambos casos el control social o ciudadano lleva como referente al territorio, que es además de surtidor de vida el que da sentido a la identidad. Se trata de dos redes de resistencia y construcción de alternativas. Si cada municipio de esas entidades hicieran lo mismo, y cada uno nombrara a un representante a un consejo estatal para formar una red de gobernanza de nivel superior, y si en cada entidad ocurriera lo mismo, arribaríamos a un diseño ahora si verdaderamente democrático. Los partidos políticos y la idea dominante de Estado dejan de tener sentido y viabilidad.
Así como han surgido los primeros autos híbridos, también en el campo del diseño político han brotado las primeras entidades que buscan (no se sabe muy bien cómo) combinar la idea de partido con la de movimiento social que siempre son redes. Es el caso de Podemos, en España, y de Morena, en México, dos experimentos a la espera de probar su viabilidad política. Mientras tanto, mientras usted lee este ensayo, en la UNAM (Instituto de Investigaciones Sociales) se discute a detalle y a profundidad el tema de las redes, a partir de 12 conferencias ofrecidas por conocidos pensadores críticos.
Fuente: http://www.jornada.unam.mx/2016/10/25/opinion/016a1pol
Durante la transición del mesozoico al cenozoico, que duró varios millones de años, ocurrió el fenómeno ampliamente conocido por el cual los gigantescos dinosaurios que dominaron ampliamente la vida en el planeta, súbitamente desaparecieron y su lugar fue ocupado por pequeños animales de sangre caliente: los mamíferos. La causa fue un drástico cambio ambiental, esencialmente climático, provocado por varios factores, incluyendo la llegada a la Tierra de un colosal meteorito. El diseño o prototipo dinosáurico perdió su eficacia y fue incapaz de adaptarse a las nuevas condiciones. Algo similar está ocurriendo en el mundo actual, ya no en el teatro de la biología o la historia natural, sino en el de la vida social, incluyendo la economía y la política.
El cuestionamiento cada vez más frecuente que hacen numerosos pensadores sobre estructuras, modelos, diseños y prototipos fundamentales no sólo hablan de que estamos ante un cambio de época, ante un cambio de civilización. También hace temblar pilares esenciales de la cosmovisión del llamado mundo civilizado, industrial y tecnocrático.
Exploremos el caso de la política. El poder político surge cuando se establece una relación de orden y obediencia, lo que supone coerción y violencia y derivado de ello sistemas o estructuras jerarquizadas y centralizadas. La pirámide es el icono de las sociedades basadas en la coerción o dominio. El vértice sitúa a los dominadores y la base a los subordinados. Estas sociedades piramidales no han sido eternas, surgieron hace apenas 5 mil años, por tanto, un emblema que hoy nos parece normal sólo representa una mínima fracción en la historia de la sociedad humana. Durante el restante 98.5 por ciento tal situación nunca existió, pues en las llamadas sociedades primitivas o arcaicas la equidad fue su rasgo preponderante en íntima relación con el tamaño de los conglomerados humanos (bandas, tribus, aldeas, señoríos).
Las sociedades donde aún no aparece el poder político, se definen como aquellas donde hay ausencia de escritura, economías de subsistencia, tecnologías simples e inexistencia de clases sociales. Esto es, sólo en las sociedades civilizadas es donde hay poder y, en consecuencia, formas múltiples y variadas de coerción y de violencia. Los partidos políticos reproducen lo que el Estado antes ya había instituido, y que también fueron imitando las unidades económicas a lo largo de la historia. El crecimiento de la empresa (con patrones y trabajadores subordinados) fue derivando en sistemas cada vez mayores hasta llegar a las súper gigantes corporaciones actuales. Así como la cooperativa (donde los socios son patrones y trabajadores a la vez) se opone a la corporación, las redes son la antítesis de los partidos en las relaciones de poder.
Aunque no se logre ver aún con claridad, las redes están destinadas a desplazar a los partidos como organismos políticos para la gobernanza, es decir, para la toma de decisiones de las sociedades humanas por dos razones. Primero, porque los partidos son pesados y torpes dinosaurios, basados en estructuras verticales, centralizadas, jerárquicas y coercitivas, en tanto las redes son entidades descentralizadas formadas de nodos o entidades equipotenciales. En general, los rígidos diseños que tienden al gigantismo están condenados a desaparecer frente a las formas pequeñas y flexibles. La segunda es que la innovación tecnológica, tanto en la comunicación, la información y el transporte, ha abierto un inmenso universo de posibilidades en el campo de la política, la gobernanza y la toma colectiva de decisiones.
Hoy las redes ponen en jaque a los poderes políticos surgidos de los partidos. Es el caso del movimiento de los maestros del CNTE, de las resistencias locales y regionales contra los mega proyectos, de las radios comunitarias que esparcen sus señales a escala local, o de las publicaciones digitales con redes de millones de lectores. Conforme los instrumentos tecnológicos se perfeccionan, simplifican y abaratan, las posibilidades de su uso político se potencian. Lo alternativo se esparce con mayor facilidad. Defender hoy la vigencia de los partidos políticos es pregonar la legitimidad de la democracia representativa o parlamentaria, un cuento en el que cada vez menos creen. La comodidad y el confort de decidir mediante el voto los destinos de su sociedad, ha mutilado el poder del ciudadano que ya no se obliga a la participación activa. Todo ello contribuye a alimentar una ilusión falsa: la de vivir en una sociedad democrática.
Tome el lector los casos de Cherán, en Michoacán, o de Cacahuatepec, en Guerrero, donde los ciudadanos, familias y barrios han tomado el control directo, es decir, el poder político, a escala municipal, han expulsado a los partidos políticos y han nombrado a sus autoridades y a sus cuerpos de seguridad. Ahí los habitantes locales ejercen el autogobierno, la autogestión, la autodefensa y van en pos de la autosuficiencia. Dada la escala han formado una red en tiempo real y también en espacio real. La gobernanza surge de la acción cara a cara y en directo. En ambos casos el control social o ciudadano lleva como referente al territorio, que es además de surtidor de vida el que da sentido a la identidad. Se trata de dos redes de resistencia y construcción de alternativas. Si cada municipio de esas entidades hicieran lo mismo, y cada uno nombrara a un representante a un consejo estatal para formar una red de gobernanza de nivel superior, y si en cada entidad ocurriera lo mismo, arribaríamos a un diseño ahora si verdaderamente democrático. Los partidos políticos y la idea dominante de Estado dejan de tener sentido y viabilidad.
Así como han surgido los primeros autos híbridos, también en el campo del diseño político han brotado las primeras entidades que buscan (no se sabe muy bien cómo) combinar la idea de partido con la de movimiento social que siempre son redes. Es el caso de Podemos, en España, y de Morena, en México, dos experimentos a la espera de probar su viabilidad política. Mientras tanto, mientras usted lee este ensayo, en la UNAM (Instituto de Investigaciones Sociales) se discute a detalle y a profundidad el tema de las redes, a partir de 12 conferencias ofrecidas por conocidos pensadores críticos.
Fuente: http://www.jornada.unam.mx/2016/10/25/opinion/016a1pol